Hace poco estuve en Bolivia, y entre tanto que el grupo con el que asistía terminaba de arreglar los asuntos relacionados a la visita turística a Tiahuanaco en la agencia de viajes «KFC»2, observé a una madre que con el traje típico de nuestra hermosa serranía -incluyendo su hijo a la espalda, mientras caminaba por las calles tradicionales andinas–, extraía de su pollera una larga cadena, de la cual, al final, pendía un celular. Esto me llenó de esperanza, pues implicaba que más allá de los indicadores económicos, de infraestructura, y de estabilidad económica, jurídica y política, nuestros pueblos y la inversión privada se las ingenian para poder llegar a un punto de encuentro, de modo tal, que las necesidades de comunicación son satisfechas…